Jorge E. Baltar

A lo largo de existencia registramos que algunas personas se cruzan en nuestro camino, otras acompañan durante un tiempo, y otras se quedan para siempre. Vos te quedaste para siempre.

El encuentro. En el año 2000, al hacer un movimiento para colocar unos libros en un estante alto, se me produjo una lesión interna en el codo derecho. Esto me anuló la capacidad de hacer el mínimo esfuerzo, no podía ni levantar el mouse de la computadora, mucho menos jugar al tenis, mi deporte favorito.

Consulté a varios traumatólogos, placas, ecografías, cinco tandas de diez turnos de kinesiología; fui cincuenta veces, a sesiones, de ultra sonido, onda corta, monótonos ejercicios supervisados… ¿podés creer…? y nada de recuperación. Todo este episodio inútil duró un año y medio, sin ninguna mejoría…, y sin tenis, claro.

Una mañana, principios del año 2002, todavía no me había levantado y, haciendo zapping en la tele, apareció un tipo, mayor, con facha de respetable, canoso, bigotes, con guardapolvo blanco, que le pasaba las manos por encima del cuerpo, haciendo un recorrido, sin tocarla, a una mujer acostada sobre una camilla. Me intrigó y me quedé ahí…

La mujer dio testimonio de que esta práctica le aliviaba dolores donde otros tratamientos no lo hacían. El hombre habló luego; dijo ser doctor en medicina, y que había volcado tu actividad a la Pranoterapia, así llamaba a este tratamiento.

Investigué; Prana: uno de los cinco términos del sánscrito que la RAE ha incorporado a la lengua española, y que en la India significa “energía vital que impregna y pone en conexión todo lo que hay en el universo”.

Me pareció creíble, De inmediato lo relacioné con el don que tienen las madres, de mitigar los dolores de sus hijos pequeños cuando se golpean o lastiman, o tienen un bajón emocional, con solo acariciarlos o abrazarlos, y el niño se serena de inmediato. Y pensé que esto que hacía este hombre del televisor era algo natural, como todas las cosas buenas; y me dije que si él lo hacía, yo también podría ser capaz de hacerlo; y como no había nada que perder, me decidí a probar, y me empecé a agarrar mi codo averiado, con la mano izquierda, cada vez que la tenía suelta; cuando viajaba, miraba tele, en todo momento… convengamos que tengo un costado muy metódico, que aplico cuando me propongo algo.

Al mes y medio, estaba otra vez en la cancha de tenis…, como si nada hubiera ocurrido.

Luego de uno de esos días de tenis, mientras iba a un curso de coaching, con Daddy, tu hermano, dentro de su auto, le comenté la experiencia de sanación o lo que fuera que hubiera pasado, mientras él manejaba. Y me respondió que eso que había hecho era Reiki… yo ni idea sobre tal cosa, y me explicó de que se trataba, más o menos así: que era algo natural, y consistía en dirigir la energía circundante para armonizar una zona o circunstancia determinada. Le pregunté si eso se podía aprender y me dijo que tenía una hermana que era Maestro Reiki, ahí oí tu nombre por primera vez, Irene Scarlata.

Le pedía a tu hermano si me podía hacer el contacto, y sin soltar el volante, mientras viajábamos te llamó para preguntarte cuando darías el próximo nivel de Reiki, el sábado siguiente comenzó nuestra relación, Irene. Año 2002.

Recuerdo que el curso consistió en una jornada completa. Tomé mis apuntes, que todavía los tengo y la experiencia me dejó muy impactado. Pero la cosa recién comenzaba ahí.

Creo que lo genial de tu forma de pasar esta técnica a tus alumnos-discípulos, además de esa jornada inicial, fue el seguimiento que nos invitabas hacer, convocándonos un miércoles de cada mes, para que comunicáramos y tomáramos consciencia de nuestras impresiones… Nos advertías que habría cambios, nuevas sensaciones, y que era importante y útil reconocerlas, identificarlas y recodificarlas cuando se empezaran a notar…, y lo fuimos viendo en esas reuniones mensuales que nos brindabas gratuitamente. Realmente has sido muy generosa y comprometida, Irene, como persona y como maestro; por todo eso, gracias, Irene.

Empecé a poner las manos sobre todo…, plantas, animales, mi propio cuerpo, sobre los de otros, luego te contaré sobre esto.

Recuerdo que la primera cosa extraña que noté en mí, fue una mañana antes de levantarme; apareció un cosquilleo constante que no paraba, en la yema de mi índice derecho…, duró un rato, después cesó.

Luego de eso, en poco tiempo, cada vez que me preparaba para hacer Reiki, el área de cosquilleo en la mano aumentaba, siguió el pulgar, luego los otros dedos…, después en las dos manos. Hoy de solo pensar en que quiero canalizar, las dos manos hierven… Me pasa con frecuencia, que las manos cosquillean y se calientan solas, sin mi voluntad, y si en ese momento miro alrededor, veo que alguien necesita armonizarse, es algo increíble, pero es así.

En mi trabajo como grafoanalista, o cuando cocino, o encaro alguna actividad, a menudo coloco y me coloco símbolos.

Una persona que accedió al primer nivel conmigo, tomó los niveles siguientes en seguida. Yo preferí primero disfrutar e identificar las experiencias del primer nivel con intensidad durante un tiempo largo, y me tomé varios meses de práctica antes de hacer el segundo nivel, que fue en el 2003.

Hacer Reiki a distancia fue y es algo maravilloso. Hoy todo el mundo me pide que le canalice a distancia. Varias veces me han llevado a Fundaleu, a Cemic, a asistir a enfermos; aún los enfermos terminales reciben muy bien este tratamiento.

Hubo un chico con leucemia terminal, a quien una mujer le estaba dando reiki abandonó porque le impresionaba el cuadro, pese a que al chico le hacía bien. Me llamó su madre (amiga de un primo hermano) y me pidió si podía continuar con la tarea, y que lo acompañara, y lo hice hasta su último día… Para Pancho, de 20 años, era lo único que mitigaba la brecha de dolor donde era ineficaz la medicación que recibía. La madre no entendía que no cobrara, y le dije que no podía cobrar porque no era algo mío, que solo era un intermediario, un cable… -Pero Jorge, tu tiempo… – Este es tiempo eterno, que no cuenta- le dije. Cuando acompañé a esta familia al Memorial, al entierro de su hijo, la madre vino a abrazarme, y me dijo que cada vez que llegaba a su casa, para estar con su hijo, para ellos era como si entrara el sol… Imaginate lo que lloramos.

Como estas historias hay un montón, una vez vinieron dos hermanas de Rosario para que le hiciera Reiki a una de ellas, que tenía una lesión en la muñeca, con un dolor que no se le iba. Le hice Reiki a la averiada y le pedí a la otra hermana que colocara sus manos conmigo. Cuando terminamos, la hermana cachuza se quedó mirándome de un modo extraño; al preguntarle si le pasaba algo, me dijo que estaba conteniéndose para no gritar… Le pregunté si le estaba doliendo la muñeca… – No, Jorge…, ya no me duele… ¡Chau…!

Como esas cosas, mil, todo el tiempo y en todo lugar.

Nunca cobré por estas prestaciones. En un momento tuve dudas, hasta vos me decías que había que hacerlo, que había que recibir algo a cambio…, pero algo dentro de mí se resistía, sentía y siento que se trataba de un don que no es propio. Una madrugada, cinco de la mañana, me desperté de un sueño en el que estaba el profeta Elías; busqué la Biblia y no encontré nada significativo, pero luego seguía el libro de Eliseo, su discípulo, y allí apareció la pista que me dio la razón en no cobrar por estas prestaciones que daba. Te puedo asegurar que siento que las compensaciones vienen por otro lado, cuando uno se alinea con la Providencia.

En el 2009, en una reunión de amigos, un auxiliar de medicina, no sé si era radiólogo o algo así, que allí estaba, dijo que el Reiki era algo que degradaba o agotaba de algún modo al prestador, que luego de siete años de hacer Reiki, el reikista se moría… Yo me reí, pero como justo estaba en mis siete años haciendo la cosa, me quedé con el bichito adentro; por las dudas me cubrí de símbolos, le pedí a la Divinidad que me protegiera y seguimos adelante… Hasta hoy… todo bien… Me da risa.

En el 2005, me diste el tercer nivel, y poco después las Técnicas Japonesas. En el viaje continuaban las reuniones con los alumnos de los mismos niveles.

También, durante este tránsito, no recuerdo en qué nivel estaba, un día Ana, mi mujer, llegó a casa con dolor de cabeza; le dije que se recostara en la cama, cerrara los ojos y que le haría Reiki. Mientras lo hacía, me preguntó, con los ojos cerrados, como hacía para tener las dos manos sobre su cabeza y al mismo tiempo sobre sus pies… ¿? No pude explicarlo… Antes de terminar el ejercicio, me dijo, después dame el número de teléfono de Irene… Y le diste a ella también los tres niveles y las técnicas. Ella ya no practica, pero me pide para otros. Yo lo hago todos los días.

Otra de las cosas muy valiosas de este camino, que la plantee uno de los miércoles, era que como todas las noches rezaba el Rosario, y luego hacía Reiki, a veces me quedaba dormido en la mitad, y si empezaba al revés, primero con el Ki, tampoco llegaba a terminar el Rosario. Al preguntarte si podía hacer las dos cosas juntas, tu respuesta me despejó toda duda: El Padre Nuestro y el Reiki se potencian entre sí. Te digo, Irene, que así es.

Le he dado Reiki a un cura que luego hizo los tres niveles en otro lado, pero a veces me pide que lo ayude para armonizarse o armonizar a otros.

Este cura, Vicente, párroco de Bariloche, el año pasado me llamó para que viera si podía hacerle Reiki a una amiga, joven, embarazada, y cuyos médicos le aconsejaban abortar, debido a que su cuadro cardiopulmonar no iba a soportar y culminar el embarazo y mucho menos un parto, pero ella estaba decidida a seguir adelante. Así que me puse en contacto con ella y comenzamos a trabajar a distancia, y le pasaba Ki todos los días. Los últimos meses de embarazo se vino a CABA y comenzó a tratarse en el Mater Dei.

A esta altura cuando todavía no había nacido Ángel, ya sabiendo el nombre del bebé, comencé a hacerle Reiki a él también, y ocurrió algo impresionante; cuando en mi mente quería mencionar su nombre, Ángel, no podía hacerlo…, y en su lugar aparecía el nombre Juan Carlos… Después de dos noches de esto, se lo comenté al cura Vicente, y le pregunté si no había algún ancestro del bebé que se llamara Juan Carlos… Resulta que así se llama el abuelo, que aún vive… Me contaron que con esta cuestión se armó un revuelo familiar. Yo les dije que lo llamaran como al abuelo, pero de todas formas, lo bautizaron con el nombre de Ángel, ya estaba establecido así. Ángel, el diecinueve de este mes cumplió su primer año de vida. La familia agradece todo el tiempo a todos los involucrados en la aventura, médicos, cura, reikista. Esta mamá escribe todo el tiempo y envía fotos de la familia, marido y otro hijo pequeño. Tres veces, en distintos viajes, me invitaron a mí y al cura a almorzar. Una alegría mayor.

Bueno, Ire, el Reiki es parte de mí. No sé si puedo aprender algo más sobre esta disciplina, tampoco sé si cabe hacer una maestría…, ignoro si las hay; practico todos los días, me hacen muy feliz las cosas que me tocan, y las soluciones que se van dando cuando aparecen las dificultades, me gusta ayudar a otros.

Desde hace cuatro años ayudo todos los jueves, llueve o truene, como voluntario de la Orden de los Caballeros de Malta, a dar de comer casi 400 personas de la calle, a acompañar a enfermos en hospitales, me siento protegido, enriquecido espiritualmente, todo está muy bien hasta ahora.

Y como te dije al principio, muy agradecido hacia tu persona, Irene, por estar en mi vida y haberme abierto este maravilloso canal de Luz.

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