En general ponemos mucho énfasis en la importancia de identificar el conflicto fuente de los problemas del paciente.
Considero que no hemos hablado lo suficiente de dos aspectos que conllevan a veces extrema urgencia para el paciente: el diagnóstico y el dolor.
El dolor es para la humanidad un tirano más terrible que la misma muerte.
Albert Schweitzer
El Diagnóstico
A partir del mismo Dr. Hamer en adelante, mucho se ha hablado sobre lo iatrogénico del diagnóstico. Un diagnóstico calificado como grave, terminal o peligroso genera en el paciente demasiados miedos: miedo a sufrir, miedo a la muerte o miedo al dolor que causará a sus seres queridos. Surgen las consabidas preguntas: ¿por qué a mí? o ¿Qué hice yo para merecer esto? La enfermedad es sentida como un castigo edificado por el pensamiento mágico religioso que, aún opera activamente en nosotros.
El diagnóstico actúa entonces como un fantasma cruel que acecha, consumiendo las posibilidades de razonar objetivamente. Este fantasma articula desde la imaginación un escenario temido. Se convierte en una obsesión, en una imagen impresa en la fantasía(1), Y entonces, surge la necesidad poderosa de destruir esta alegoría con hechos reales y concretos: un tratamiento urgente que someta al fantasma y calme la angustia.
Desde el momento en que el paciente acude al consultorio con una inmensa carpeta colmada de estudios, sé que urge la necesidad de trabajar con el fantasma escondido.
Desde las 5 Leyes Biológicas, sabemos que esa carpeta, vestimenta externa de la temida muerte imaginada, genera una cascada de nuevos conflictos que ponen al paciente en una situación que percibe como “sin salida”.
En esta situación es muy importante atender la urgencia subjetiva antes que el conflicto primario. El paciente sufre el miedo al fantasma, sufre ahora y sufre mucho.
El conflicto inicial por otra parte probablemente ya esté resuelto, y sólo parece letal en la imaginación.
La medicina convencional recién está tomando conciencia de lo nocivos que resultan términos como tumor o cáncer. Los médicos jóvenes son mucho más comprensivos de este fenómeno: no han desarrollado todavía el aplanamiento emocional(2) como defensa frente al dolor ajeno. Son mucho más cuidadosos a la hora de describir patologías, prefiriendo términos menos contundentes para el paciente. Están aprendiendo a tratar al paciente y no al tumor.
Así y todo el miedo sigue presente, el paciente sigue llegando a la consulta con su carpeta llena de estudios, el fantasma lo sigue acechando desde las sombras. Y entonces… ¿Por qué es iatrogénico el diagnóstico?… para pensar.
El Dolor
A veces el paciente concurre a la consulta con un dolor somático que lo abruma. Mucho se habla de lo iatrogénico del diagnóstico, pero poco de lo que representa el dolor en el paciente y en el tratamiento.
El dolor recae en lo real del cuerpo, a diferencia del diagnóstico. Como sabía Freud, el dolor impacta en aquello más denso y cargado de significado para el Yo: mi cuerpo.
El dolor puede afectar el apetito, el sueño, la propia vitalidad, el estado anímico, y hasta las relaciones con los demás. El paciente llega a sentir que es imposible deshacerse de su dolor, que está en un ciclo interminable de sufrimiento, insomnio y angustia. El dolor tiene primera prioridad, obnubila la mente e impide cualquier consideración fuera del presente sufriente. El paciente vive solo su dolor.
Es ineludible atender la urgencia, la situación no permite otra cosa. Como
profesionales de la salud, nuestro deber ante el paciente es ayudarlo a sobrellevar la emergencia. Debemos darle prioridad al dolor, aliviarlo como podamos, y sobre todo hacerle saber al paciente que no está solo aunque no podamos compartir su dolor.
En este punto también la medicina convencional está intentando cambios profundos. Se analiza el dolor desde una mirada integradora y multidisciplinaria, considerando factores biológicos, mentales y del entorno, como explicó el Dr. Jorge Vivé en la presentación de su libro, “Bases para el manejo del dolor” (3). Se lo considera hoy un signo vital a tener en cuenta a la hora de evaluar el estado general del paciente.
A la luz de las Leyes Biológicas descubiertas por el Dr. Hamer, el dolor recicla continuamente el conflicto volviendo el paciente a cursar reiteradas fases activas de estrés y de resolución, cronificando el proceso. El dolor puede en sí mismo actuar como el conflicto desencadenante o bien activar nuevos conflictos (shocks) biológicos.
Por tal motivo es necesario trabajar con el dolor, disminuyendo su intensidad para alcanzar la normotonía y concluir el ciclo.
Se hace hincapié en que la aplicación de ciertos medicamentos alarga el proceso de recuperación. Por otra parte la experiencia clínica muestra claramente que el padecimiento de un dolor intenso y persistente también devuelve a la fase activa y demora la recuperación. El dolor puede alargar el tratamiento, los medicamentos contra el dolor también. Se torna imprescindible considerar cada situación en particular, evaluando cuáles son las mejores herramientas para el caso concreto.
Cada individuo compone un mundo diferente, con un umbral de tolerancia al dolor que le es particular. A medida que el dolor persiste o aumenta, el margen de tolerancia tiende a cero y se agota la resiliencia del paciente.
Tanto el diagnóstico como el dolor definen la gravedad actual del estado del paciente, más allá del conflicto causante. La búsqueda pertinaz del conflicto inicial que desencadenó el proceso, que erróneamente llamamos enfermedad, nos distrae de la empatía fundamental para comprender lo primordial a remediar: el sufrimiento del paciente.
Así como el oncólogo debe tratar al paciente y no al tumor, tenemos nosotros la obligación de tratar al paciente y no al conflicto.
Mayo de 2015.
(1) Me limito a la pura definición de fantasma, lejana del concepto Lacaniano.
(2) Las Constelaciones Cerebrales, llamadas en un comienzo Constelaciones Esquizofrénicas por el Dr. Hamer, son las responsables de los diferentes trastornos en el estado anímico. En este caso se trataría de la Constelación del Cerebelo.
(3) Roberto Rey, Mariana Bendersky y Jorge Vivé. “Bases para el manejo del dolor”. Editorial VFM, (Visión y Formación Médica), 2015.